Portada de The Walking Dead
En medio de una carretera vacía un coche se acerca hacia nosotros. A los pocos segundos ya nos damos cuenta de que algo no va bien. Vemos un automóvil boca arriba en mitad de la calzada… boca arriba, quizás como el mundo en el que se desarrolla la trama (demasiado fácil el símil, lo reconozco :P). Quizás nos estén avisando: estamos solos y nada de lo que conocemos sigue como estaba.
Un sonido se hace constante en las primeras escenas de la serie, un zumbido putrefacto de moscas a nuestro alrededor. Comienzan a graznar los cuervos… ¿necesitamos más pistas para saber que la muerte anda por ahí cerca? No tardaremos en mirar dentro de los coches y darnos cuenta de que efectivamente es así: ¡Eureka!, zombie chamuscado a la vista, mejor nos hubiésemos quedado en casa… vale, me estoy identificando demasiado con el personaje.
Pero qué va buscando nuestro policía, el protagonista de The Walking Dead, Rick Grimes. Ahí está, lleva una garrafa en la mano, diría que necesita gasolina, lástima que el cartel de la estación lo deje bien claro “No Gas”. A lo mejor es el momento de preguntarnos quién ha puesto ese cartel, ¿Acaso hay más supervivientes en este holocausto zombie?, ¿Existe la solidaridad suficiente para avisar con un cartel sobre lo que no habían encontrado quienes también necesitaban gasolina? Un puntito de esperanza si señor.
Es aquí empieza todo, la primera escena de la serie que nos deja bien claro de qué va esto, ya me diréis si me equivoco: Una niña en pijama se agacha para coger su osito de peluche, ¡Qué tierno!. Sabemos que es un zombie, no nos engañemos, ese sonidito, la forma de caminar, los tobillos sucios… y sin embargo aún hay algo en su cerebro (o lo que quede de él) que la anima a continuar siendo una cría, a adorar a su mullido juguete. ¿Homenaje al Rosebud de Orson Welles (Ciudadano Kane)? Si señor, acabas de ganar un nuevo fan.
Lo que sucede en el resto del capítulo es una introducción magistral a lo que luego será parte esencial de las relaciones personales. Primero un flashback para estar de vuelta en el pasado, aún no hay zombies por las calles y Rick Grimes está hablando con su compañero de trabajo y amigo, el agente Shane, sobre los problemas matrimoniales con Lori, su mujer. Acto seguido un tiroteo en el que Rick recibe un balazo mientras dice: “No le cuentes a Lori lo que ha pasado”. Tras esto Rick entra en coma y, claro, despierta en medio de un hospital abandonado cuando ya se ha liado la Marimorena. Atentos a la escena de las escaleras, simplemente genial la tensión que se logra con un par de cerillas y mucha oscuridad.
Sin duda uno de los “platos” fuertes (vale quizás no haya sido muy acertado este término) es la primera toma de contacto de Rick con sus “nuevos amigos”. Medio convaleciente intenta llegar a una bicicleta que hay tirada en un parque cercano. Ahí está ella, o lo que queda de ella, una zombie acabada que le lanza un grito desesperado de angustia. Suponemos que quiere merendárselo pero… ¿Y si fuese una súplica, y si intentase pedir ayuda? ¿Y si quedase algo de humano en ese cuerpo? De ilusiones también se vive…
Relaciones humanas rodeados de zombies
Lógico es que nuestro protagonista busque a su familia nada más salir del hospital, lógico que se pregunte si es real lo que está sucediendo, como lógico es que salude a un zombie en medio de la calle, como creyendo que todo sigue igual… ¿Pero queda alguien vivo ahí?
La respuesta llega en forma de palazo. Un padre y su hijo tumban a Rick para luego ofrecerle comida y amparo en su hogar. Así es este nuevo mundo, una de cal y otra de arena. ¿O acaso ha sido siempre así?
En este nuevo viejo mundo no te puedes fiar de nadie pero, sin embargo, tienes una necesidad tremenda de encontrar aliados en cualquier esquina, compañeros de viaje que te hagan más llevadera la carga. No tardas en darte cuenta que todos han perdido algo, todos están solos y eso es lo que obliga a un padre y un hijo a acoger a un completo extraño y contarles por lo que han pasado desde que sus vidas de fueron a pique.
En esta parte del capítulo se empiezan a dar ciertas bases para conocer el problema al que nos enfrentamos:
1) El ruido a trae a los zombies.
2) Si te muerden o “babosean” te conviertes en uno de ellos.
3) Sólo les queda un pequeño trozo de cerebro. Acabando con él, acabas con el zombie.
Algo de esperanza aparece en medio de todo este panorama, Atlanta parece ser la salvación. Por lo visto allí hay un refugio para todos los que aún queden en pie, así que, previa recogida de arsenal en la comisaría y duchita con agua caliente, la decisión está tomada.
El grupo de separa, Rick pretende reencontrarse con su familia en el ansiado refugio de Atlanta y el padre y el hijo se dan unos días para “poner en orden” ciertas cuestiones familiares…
En mi opinión aquí es donde empieza a coger fuerza la trama, donde nos damos cuenta de que estamos ante una serie sobre el ser humano, ambientada en el Apocalipsis, eso sí, pero cuyo hilo argumental son las personas y todo lo que les sucede en situaciones límite. Son unos cinco minutos apasionantes con una música muy acertada, clamando por la redención de quien sabe que ha de hacer lo correcto aunque esto sea difícil, muy difícil. Que por qué digo esto. Rick hace una parada para “aliviar” el sufrimiento de aquella primera zombie con la que se topó al coger la bicicleta, mientras el padre por su parte decide dar un último consuelo a su mujer, ahora convertida en un muerto viviente que vaga noche y día por su barrio. Las sensaciones que se reciben en estos momentos son tan complejas como reales, por un lado quieres que le pegue el tiro de una maldita vez y por el otro, cuando la mujer mira a su marido, te invade una sensación de vacío con la que puedes identificarte rápidamente.
El final del capítulo 1 nos muestra a otro campamento de supervivientes entre los que se encuentran Shane, el compañero de trabajo de RIck, su pareja y el hijo de ésta, entre otros. También vemos una escena de culpabilidad: los cadáveres de una familia al completo que decidió escribir “Que Dios nos perdone” en la pared antes de suicidarse, ¿Somos nosotros los culpables de todo este mal?
Escapa Rick, ¡Escapa!
A lo largo de la serie se irán sucediendo hechos y actuaciones que nos harán reflexionar sobre quién es el causante de todo esto, no en términos científicos, sino morales. Comenzaremos a analizar si realmente era algo que nos merecíamos y en qué medida está justificado. Puede que no compartamos esta reflexión pero no cabe duda que la serie la deja caer, siendo nosotros los que decidiremos si tenerla en cuenta o no.
Por último Rick llega a Atlanta a lomos de un caballo, deseando conocer si la salvación está realmente en esa ciudad y parece que pinta bien cuando un helicóptero sobrevuela la ciudad en ruinas. Por desgracia la silueta del helicóptero desaparece y la serie nos vuelve a mostrar la cruda realidad: Sólo un ejército de zombies (y digo ejército porque no he visto tantos extras en una serie en mi vida) le aguardan a él y a su medio de transporte (acertáis si suponéis que éste último se lleva la peor parte). Rick consigue escapar y acaba salvando el pellejo al entrar en un tanque abandonado, eso sí, rodeado de muertos vivientes y planteándose si acabar con su vida de un disparo.
El final de este Piloto es genial, de repente suena la radio dentro del tanque y una voz dice: “Eh tu, capullo, si tu, el del tanque” Por lo visto queda alguien ahí fuera para compartir nuestra angustia…